miércoles, 31 de agosto de 2011

GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO

Cómo se explica la religiosidad de estos soldados cronistas?... Parece increíble. Cieza pasó a las Indias a los 15 o 17 años, Xerez y Alvar a los 17, Bernal Díaz del Castillo, a los 18... ¿De dónde les venía una visión de fe tan profunda a éstos y a otros soldados escritores, que, salidos de España poco más que adolescentes, se habían pasado la vida entre la soldadesca, atravesando montañas, selvas o ciénagas, en luchas o en tratos con los indios, y que nunca tuvieron más atención espiritual que la de algún capellán militar sencillico?

Está claro: habían mamado la fe católica desde chicos, eran miembros de un pueblo profundamente cristiano, y en la tropa vivían un ambiente de fe. Si no fuera así, no habría respuesta para nuestra pregunta.

El testimonio de los descubridores y conquistadores cronistas -Balboa, Valdivia, Cortés, Cabeza de Vaca, Vázquez, Xerez, Díaz del Castillo, Trujillo, Tapia, Mariño de Lobera y tantos otros-, nos muestra claramente que los exploradores soldados participaron con frecuencia en el impulso apostólico de los misioneros y de la Corona. Así Pedro Sancho de Hoz, sucesor de Xerez como secretario de Pizarro, declara que a pesar de que los soldados españoles hubieron de pasar grandes penalidades en la jornada del Perú, «todo lo dan por bien empleado y de nuevo se ofrecen, si fuera necesario, a entrar en mayores fatigas, por la conversión de aquellas gentes y ensalzamiento de nuestra fe católica» (+M.L. Díaz-Trechuelo: AV, Evangelización 652).

Eran aquellos soldados gente sencilla y ruda, brutales a veces, sea por crueldad sea por miedo, pero eran sinceramente cristianos. Otros hombres quizá más civilizados, por decirlo así, pero menos creyentes, sin cometer brutalidad alguna, no convierten a nadie, y aquéllos sí. En ocasiones, simples soldados eran testigos explícitos del Evangelio, como aquel Alonso de Molina, uno de los Trece de la Fama, que estando en el Perú se quedó en Túmbez cuando pasaron por allí con Pizarro. De este Molina nos cuenta el soldado Diego de Trujillo, en su Relación, una conmovedora anécdota:

Va Trujillo, acompañando a Pizarro en la isla de Puna, al pueblecito El Estero, y cuenta: «hallamos una cruz alta y un crucifijo, pintado en una puerta, y una campanilla colgada: túvose por milagro [pues no tenían idea de que hasta allí hubiera llegado cristiano alguno]. Y luego salieron de la casa más de treinta muchachos y muchachas, diciendo: Loado sea Jesucristo, Molina, Molina... Y esto fue que, cuando el primer descubrimiento, se le quedaron al Gobernador dos españoles en el puerto de Payta, el uno se llamaba Molina y el otro Ginés, a quien mataron los indios en un pueblo que se decía Cinto, porque miró a una mujer de un cacique. Y el Molina se vino a la isla de la Puna, al cual tenían los indios por su capitán contra los chonos y los de Túmbez, y un mes antes que nosotros llegásemos le habían muerto los chonos en la mar, pescando; sintiéronlo mucho los de la Puna su muerte» (Xerez 197). En poco tiempo, el soldado Molina, abandonado y solo, ya había hecho en aquella isla su iglesia, con cruz y campana, y había organizado una catequesis de treinta muchachos.

Gonzalo Fernández Oviedo cuenta también una curiosa historia sucedida a Hernando de Soto, que estaba en La Florida. Habiendo Soto hecho pacto con el cacique de Casqui, alzaron en el lugar una cruz, a la que los indios comenzaron a dar culto; pero la amistad se cambió en guerra al aliarse Soto con otro cacique enemigo del jefe de Casqui. Este le reprochó a Soto: «Dísteme la cruz para defenderme con ella de mis enemigos, y con ella misma me querías destruir». El jefe español, conmovido, se excusa diciéndole:

«Nosotros no venimos a destruiros, sino a hacer que sepáis y entendáis eso de la cruz», y le asegura luego que lo quiere «más bien de lo que piensas... porque Dios Nuestro Señor manda que te queramos como a hermano... porque tú y los tuyos nuestros hermanos sois, y así nos lo dice nuestro Dios» (Hª general XXVII, 28).

Recordemos, en fin, una información de 1779, procedente de San Carlos de Ancud, en el lejanísimo Chiloé, al fin del lejano Chile, en la que se dice que Tomás de Loayza, soldado dragón con plaza viva, llevaba catorce años enseñando a los indios «no sólo los primeros rudimentos de la educación, sino la doctrina cristiana y diversas oraciones, de tal manera que a la sazón aquellos eran maestros de sus padres» (cit. Guarda 57).
Nacido en Madrid en el seno de una familia noble, a los trece años entró al servicio del príncipe Juan como mozo de cámara, lo que le puso en contacto con las personalidades de su época. A la muerte del príncipe, marchó a Italia en 1500 para obtener indulgencias de Alejandro VI y posteriormente entró en Nápoles al servicio del rey Fadrique. Tras el reparto del reino de Nápoles entre Francia y España volvió a la Madrid y casó con doña Margarita de Vergara, pero pronto enviudó. En 1500 le fue encargado por don Fernando la tarea de recopilar la información sobre los reyes de España. Un año más tarde es secretario del Consejo de la Santa Inquisición y posteriormente secretario de Gonzalo Fernández de Córdoba, cargo que abandonará parta partir a América con la flota de Pedrarias Dávila como veedor de las fundiciones de Castilla del Oro. Observador preocupado por los problemas de la administración española, vuelve a España para informar al rey Fernando, encargándole éste la elaboración de una memoria. El fallecimiento del monarca le hace marchar a Bruselas para informar al nuevo rey Carlos, quien le remite de nuevo a Madrid para entregar su informe a los regentes, pero no será recibido. Su visión de la relidad y las soluciones que propone a los problemas de la Administración colonial le hacen disputar con Bartolomé de las Casas por acrecentar su influencia sobre la Corte, proponiendo el primero soluciones de tipo militar caballeresco mientras el clérigo abogaba por soluciones de corte evangélico. En cinco viajes a América desempeñará diversos cargos, como veedor, gobernador de Cartagena, cronista, alcalde del fuerte de Santo Domingo y regidor perpetuo de ésta ciudad. Como cronista, su obra más notable es "Historia General y Natural de las Indias", una magna obra plagada de personajes y hechos y de inmenso interés historiográfico. Murió en 1557 en Santo Domingo

martes, 30 de agosto de 2011

EL DICCIONARIO QUECHUA CASTELLANO

El diccionario quechua castellano escrito por Diego González Holguín se imprimió exactamente  hace 400 anos. Este vocabulario de la lengua general del inca es el mas completo tratado de lingüística colonial, sintetizando con fines de evangelización la cultura y lengua aborigen. Holguín era sacerdote  jesuita  y dedico su vida al estudio del quechua: sabía que el idioma interpreta la esencia de una sociedad, porque es el vehículo de su comunicación. Así, su diccionario  ausculta el modo de ser indígena, siendo tanto una obra  de lingüística como de antropología.

Holguín aprehende  y transmite el alma del pueblo, una entidad espiritual y colectiva, que conceptualmente ha fascinado a los estadistas. En efecto, el alma ha sido motio de bastante reflexion por políticos y científicos de todos los tiempos.

Capturar sentimientos y emociones de las mayorías  viene siendo una aspiración compartida por líderes de las más  distintas orientaciones. A ello se refirió el presidente Alan García en su discurso de Fiestas Patrias, al aludir a la reforma del alma. Un concepto que a los analistas  les pareció  demagógico y fue motivo de algunas burlas. Pero, guarda un sorprendente entronque con el diccionario de Holguín.

El sacerdote jesuita traduce una palabra y sigue con todas sus relacionadas, “parientes y ahijadas”, componiendo artículos enteros sobre algunos conceptos. Entre otros, destaca el sentido de la mesura en el pueblo quechua. El término es “chaupi” y alude al justo medio. Cree Holguín que los quechuas amaban la conciliación de opuestos  y valoran a quien logra colocarse al centro para conducir al todo. Asi chaupi es una virtud del estadista, además de un termino geográfico.

Por el contrario, en nuestra política criolla prima el desborde de intereses particulares. La impaciencia criolla versus la mesura indígena. Basta observar el escándalo de los petroaudios para concluir que reina la codicia de los implicados y el vergonzoso entendimiento  bajo la mesa de algunos congresistas  llamados a investigar. Todo lo contrario de las enseñanzas de Holguín, que informo que el tawantinsuyu la ecuanimidad y el autocontrol eran cualidades indispensables  de cualquiera que aspira  al mando. Personajes como León Alegría y Rano nunca hubieran  llegado arriba, son opuestos al arquetipo del buen gobernante inca.    

lunes, 29 de agosto de 2011

UN REPASO A LA HISTORIA DE LA SEMANA SANTA

Miren qué sencillo: las carrozas y cabalgatas de Reyes y Carnaval van desde siempre sobre ruedas y tiradas por caballerías (y en la era de la automoción, por motores); los PASOS de Semana Santa, en cambio, nunca fueron ni irán sobre ruedas, porque ese día las procesiones se convertirían en cabalgatas y serían la continuación del carnaval. 
Las procesiones de Semana Santa son inconfundibles porque las anima un espíritu particular: el de la penitencia. Y eso no cambia. Penitentes son los que hacen la procesión, penitentes sobre todo los costaleros que cargan con el paso a cuestas, pese lo que pese. Pero no lo cargan y lo trasladan sin más: lo más impresionante son los andares que le imprimen al paso. Lo fascinante es el alma que sacan desde el capataz al último costalero, que se percibe majestuosa y nítida en el porte del paso. 
Es que sin penitencia, las auténticas procesiones de Semana Santa pierden todo su sentido. Por no haber, ni tan siquiera oración hay en ellas, porque al penitente le cortaba la iglesia la comunicación con Dios. Al caer en pecado grave, hasta de ese derecho era despojado. Tenía que pararse a la puerta de la iglesia pidiéndoles a los cristianos que entraban, la limosna de una oración por él, para implorar el perdón de Dios y de su representante el obispo, que tenía que juzgar sobre la sinceridad del arrepentimiento y el fiel cumplimiento de la penitencia impuesta, mucho más dura que la que se impone hoy en los centros penitenciarios civiles. Las procesiones de Semana Santa no son, pues, de oración ni de rogativas como las que hace la iglesia, sino únicamente actos de penitencia hechos por penitentes
De ahí que el silencio sea otro de los caracteres distintivos de la SEMANA SANTA de la calle: ni oraciones ni cánticos, que eso implicaría estar en comunión con la iglesia, sino tan sólo pública exhibición de la condición de penitentes y en muchos lugares todavía, durísimos actos de penitencia, desde andar descalzo o hacer toda la procesión de rodillas o andar arrastrando grilletes y cadenas en los pies (esas eran las “cárceles” propiamente dichas), hasta flagelarse. 
Es que la iglesia consideraba acertadamente que quien pecaba le hacía un gran daño a toda la comunidad, porque con el mal ejemplo la inducía a pecar o por lo menos la obligaba a vivir en un ambiente de pecado y a transigir con él. Por eso era esencial desagraviar a la comunidad y mantenerla en el buen camino convirtiendo a los pecadores en penitentes y obligando a que si había llegado a los ojos y a los oídos de la comunidad el pecado, fueran testigos también de la penitencia
De tal modo prevalecieron la fe y la sinceridad en los penitentes, que llegaron a sublimar su penitencia, convirtiéndola en la bellísima y conmovedora manifestación de penitencia que fue y sigue siendo la SEMANA SANTA de la calle, del pueblo, incluso en tiempos que no se caracterizan por la mala conciencia y por el consiguiente arrepentimiento.
La Semana Santa es uno de los mayores privilegios religiosos y culturales que nos podemos permitir. 
Tenemos en primer lugar su inamovible sentido religioso, que ha vencido el paso de los siglos, de los cismas y de las guerras manteniéndose incólume. El mensaje es diáfano: el fundador y fundamento del cristianismo, Cristo, siendo inocente, para librar al hombre del pecado acepta cargar con los pecados de todos los hombres, y recibir el castigo que esos pecados merecen: la muerte del esclavo, con ignominia. Es el misterio de la Redención. 
No perdamos de vista esta referencia, que es la clave de muchas cosas que o no se entienden, o se entienden mal. 
Los ritos de la iglesia nos recuerdan paso a paso la Pasión y Muerte de Cristo. ¿Y qué nos recuerdan los otros pasos, los de la calle, densos de silencio? 
Nos recuerdan especialmente la pasión del hombre, su dolor y su ignominia, que se dramatizan de manera intensísima en las procesiones de las hermandades y cofradías de penitentes. 
Con un fenómeno religioso singular: el “Refugium peccatorum”, la “Consolatrix afflictorum”, la Madre de Dios, la Dolorosa, la Virgen de las Angustias asociada al dolor de su Hijo. 
La Madre Dolorosa llena las calles con su dolor, mientras en la liturgia de la iglesia no hay lugar para ella estos días. Ni siquiera el bellísimo himno “Stabat Mater Dolorosa” tiene su lugar en la liturgia. 
¿Qué pasa en la calle? ¿Por qué hay tanta distancia entre la Semana Santa de la calle y la de la iglesia? 
EL ALMANAQUE bucea en las profundidades de estos ritos en busca de respuestas a tantas preguntas. Juntamos palabras que sorprendentemente se habían alejado de la Semana Santa, y sin embargo son su clave: penitencia, perdón, indulgencia, purgatorio. Todas ellas gravitan sobre los ritos callejeros de la Semana Santa, sobre las celebraciones más plebeyas.    
Seguimos en nuestro empeño de cada día por averiguar cuál es el sentido de las cosas que forman parte de nuestra vida y de nuestros intereses, para tratar de ver en qué dirección nos llevan. Por usar terminología actual, lo que hacemos es algo así como escanear las cosas mediante los nombres que les damos. Vale la pena, porque a menudo se nos desenfocan las imágenes hasta tal punto que no hay manera de reconocer lo que realmente son.
Algo así ocurre con la Semana Santa. Los referentes culturales y religiosos que le dan sentido están tan emborronados, que cuesta ya explicarles a las nuevas generaciones cuál es el espíritu que mueve estos días las manifestaciones de piedad o de cualquier otro nombre que quieran darle los sociólogos. Por eso, para que quien busque en la red referentes y explicaciones inteligibles, pueda hallarlos en las páginas de EL ALMANAQUE, la que da información sobre las variadísimas formas de celebrar la Semana Santa en distintas latitudes, los fundamentos religiosos y litúrgicos de las mismas. Es nuestra intención pues, además de seguir explorando el léxico que tiene que ver con los usos y los valores de la Semana Santa, ofrecer los elementos básicos de su liturgia; y dentro de ésta, los textos de las piezas de música sacra que se escuchan especialmente en esta época, y que se han convertido en clásicos indiscutibles.

domingo, 28 de agosto de 2011

EL REZAGO DE NUESTRAS ISLAS GUANERAS EN EL PERU

A mediados el siglo XIX había frente a las costas del Perú –según estimaciones de la época- 60 millones de aves guaneras que generaban casi 40 millones de toneladas de este pescado fetilizante de más de 20 islas dispuestas frente al litoral. En estas porciones de tierra firme se genero una industria que para bien y para mal, hizo cambiar el rumbo del país.

Acumulación masiva de excrementos de aves marinas en el litoral (en algunos lugares los excrementos son de murciélago). Por sus características, para su formación se requieren climas áridos o de escasa humedad.

El suelo deficiente en materia orgánica puede hacerse más productivo abonándose con guano. Éste está compuesto de amoníaco, ácido úrico, fosfórico, oxálico, y ácidos carbónicos, sales e impurezas de la tierra. Tiene color rojizo cuando proviene de los yacimientos del plioceno y el pleistoceno, y es amarillento cuando es de formación reciente.

Puede ser utilizado como un fertilizante efectivo debido a sus altos niveles de nitrógeno y fósforo. A partir de la concentración de dichos componentes también se puede elaborar el superfosfato.

El guano se recolecta de varias islas e islotes del océano Pacífico, particularmente del Perú y Nauru y en otros océanos (por ejemplo la isla Juan de Nova). Estas islas han sido el hogar de colonias de aves marinas por siglos, y el guano acumulado tiene muchos metros de profundidad.

El guano de las islas, particularmente las islas Chincha, en el Perú, fue explotado en el siglo XIX y principios del siglo XX y fue su gran producto de exportación durante mucho tiempo. A partir del año 1845 comenzó a explotarse, y por sus propiedades como fertilizante era importado por países como Inglaterra y Estados Unidos. El guano peruano sigue teniendo gran demanda por ser un fertilizante natural, por el auge de la agricultura ecológica, que sustituyen los abonos químicos por los de origen natural.

Las Islas Chincha son un grupo de tres pequeñas islas situadas a 21 kilómetros de la costa del sudoeste del Perú, país al cual pertenecen, cerca de la ciudad de Pisco en la Región Ica Su principal interés estribaba en sus extensos depósitos de guano, los cuales no obstante, fueron agotados antes de 1874. La Isla Chincha Norte, tiene 1,3 Km. de largo y 0,5 Km. de ancho, tiene una altura máxima de 34 m, con una superficie de 0,36 km², Isla Chincha Centro tiene 0,40 km² y la Chincha Sur tiene 0,16 km² Las islas se componen fundamentalmente de granito, y sus costas son acantilados, sobre los que anidan una gran cantidad de aves marinas.

Las islas fueron el hogar de la cultura  Chincha, pero solamente algunos restos pueden encontrarse hoy en día. La cultura Chincha fue una cultura preincaica peruana, perteneciente al Período Intermedio Tardío. Se extendió por los valles de Chincha, Pisco, Ica y Nazca, aunque su centro político estuvo en el valle de Chincha. La cultura chincha fue conquistada por los incas durante el reinado de Pachacútec Inca Yupanqui y anexionada definitivamente al imperio durante el gobierno de Túpac Inca Yupanqui, hacia el año 1476.

Chincha fue un señorío que mantuvo su importancia incluso durante la época inca. Es más, se cuenta incluso que el único señor que podía ir cargado tras la misma ceremonia que el sapa inca era el señor de Chincha. La población estuvo dividida entre la nobleza, encargada de los cargos administrativos, los sacerdotes y el pueblo, constituido por mercaderes, artesanos, pescadores y campesinos.

Los chinchas,  al igual que otras culturas de la costa peruana, desarrollaron una arquitectura de adobes y utilizaron la técnica del «adobón» o tapial. Las principales edificaciones se encuentran en el valle de Chincha, Tambo de Mora, Lurinchincha y San Pedro, en donde construyeron centros administrativos ceremoniales.
Uno de los más conocidos es La Centinela (en Chincha Baja), cuya área es de 400.000 m2. Dentro de esta área hay viviendas populares, monumentos residenciales, templos piramidales, patios, calles, etc.

Sus principales actividades económicas fueron la agricultura, la pesca y, principalmente, el comercio. Aún más importantes que los caminos eran sus rutas de comercio marítimo, pues su tecnología en navegación les permítia llegar hasta los más extremos puntos del norte y sur.

Se sabe que llegaron incluso hasta centroamérica, pues una de sus exportaciones claves eran las conchas Spondylus, propias de Ecuador y Perú, que fueron halladas en centroamérica.

Sus grandes habilidades comerciales fueron tales que lograron a extender su influencia por todo el territorio inca antes de que este se convirtiera en imperio. Se cree que gracias a la influencia comercial de los chinchas, el quechua se hizo tan útil en los Andes.

Tuvieron el mérito de organizar un comercio triangular en el que ellos fueron el puente comercial entre la meseta de Collao, la costa central peruana y el norte del Ecuador. Por vía marítima, comerciaron entre el Cusco y el Altiplano. Los productos más codiciados de la sierra fueron: el charqui, la lana y algunos metales.

Perú comenzó la exportación del guano en 1840 a Liverpool y a Estados Unidos en 1845. España, que no había reconocido la independencia del Perú (no lo haría hasta 1879), y por no haber Perú pagado sus deudas, ocupó las islas en abril de 1864, comenzando así la Guerra con Espana (1864-1866).

El Acta de Islas Guaneras  fue una legislación federal aprobada por el Congreso de los Estados Unidos el 18 de agosto de 1856, autorizando a ciudadanos de los Estados Unidos a tomar posesión de las islas con depósitos de guano.

Las islas pueden estar localizadas en cualquier parte, mientras que no estén ocupadas o estén bajo la jurisdicción de otros gobiernos. También le permite al Presidente de los Estados Unidos a hacer uso de su fuerza militar con el fin de proteger estos derechos.
Cuando cualquier ciudadano de los Estados Unidos descubra un depósito de guano sobre cualquier isla, roca, o cayo, no dentro de la jurisdicción legal de cualquier otro gobierno, y no ocupada por ciudadanos de cualquier otro gobierno, y tome posesión pacíficamente, y ocupe, ya sea, isla, roca o cayo, puede, según la discreción del Presidente, ser considerado perteneciente a los Estados Unidos.

El Acta de Islas Guaneras se encuentra en estatutos federales tales como el Código de los Estados Unidos, Título 48, Capítulo 8, Secciones 1411-1419.

A principios del siglo XIX, el guano era codiciado por ser un excelente fertilizante. En 1855, EE.UU. supo de los depósitos de guano existentes en el Océano Pacífico. El Congreso aprobó el Acta de Islas Guaneras para aprovechar tales yacimientos.
El acta permitía específicamente que las islas debieran ser consideradas como parte de los EE.UU., aunque tal posesión podía anularse si los depósitos de guano se agotaban.

Pero la fiebre del guano se contuvo por otra fiebre: la de la anchoveta. Es una de las especies pelágicas de mayor importancia debido a los grandes volúmenes de captura anual en el ámbito mundial. Viven en aguas oceánicas cuya temperatura se encuentra entre 14,5 y los 20º C. La anchoveta vive entre los 3 o 4 años de edad y en su etapa adulta, alcanza una longitud que oscila entre los 12 y 16 centímetros.
Las anchovetas se alimentan del abundante plankton existente en nuestra costa, que es producto de la Corriente Peruana, como no existe ni en abundancia ni calidad en ninguna otra parte del mundo. Durante la primavera y el verano normales, la anchoveta se encuentra dentro de una franja costera hasta las 20-30 millas (36-54 Km.) de la costa; en el otoño e invierno llega a desplazarse hasta las 80 millas (144 Km.), y en algunas ocasiones, más allá de las 100 millas (180 Km.) de la costa.
Los cardúmenes de anchovetas se desplazan en aguas superficiales de hasta 50 metros de profundidad en el día y suben en la noche. Las aguas en las que vive la anchoveta debe tener entre 15 y 21 grados de temperatura y la salinidad debe encontrarse entre los 34,5 y 35,1 UPS. Es decir para que la anchoveta viva y se reproduzca normalmente, debe tener a su disposición alimento, aguas con temperatura adecuada y salinidad moderada a la profundidad normal para ellas. Cuando las aguas superficiales se calientan, las anchovetas se profundizan hasta cierto límite, porque con la profundidad la salinidad aumenta y también escasea el plankton. Por esa razón, si ocurre algún cambio climático, los cardúmenes se desplazan buscando el hábitat adecuado.
El Perú con una población de 26,5 millones de habitantes, de los cuales el 70% habitan áreas urbanas y el 30% zonas rurales, crece a un ritmo anual de 1,6%, siendo la participación de la pesca en el abastecimiento de proteína aproximadamente el 8% del requerimiento total, lo que representa una proporción cercana al 28% del suministro de proteína animal.
 Los estudios de salud pública revelan que a nivel nacional, la situación nutricional promedio es aún deficitaria en los sectores de bajos ingresos del país.
Esta especie marina se utilizo durante el siglo XX para producir harina y aceite de pescado en cantidades industriales, sin importar que se estuviera privando a las aves guaneras de su alimento básico. Con Menos anchoveta que comer, la población de aves disminuyo dramáticamente; a esto se sumo el efecto  del fenómeno del Nino, como resultado, en las islas guaneras, la cifra de aves llego apenas a dos millones (ahora hay unos cuatro millones de ejemplares).
Al mismo tiempo, esas altísimas montanas de guano o de abono natural –que alcanzaban los 70 metros de altura- se redujeron hasta niveles  lamentables. Así termino, esta mal aprovechada época de bonanza.
Lo que queda hoy de la fiebre del guano es apenas el esfuerzo de cientos de hombres, que bajo, pésimas condiciones de trabajo se internan durante eses  en estas islas  para extraer el guano acumulado n capas de menos de dos metros de altura.
Una de estas islas es Macabi, ubicada frente a las costas de la Libertd (Trujillo), Aquí la jornada laboral empieza en la madrugada, antes del amanecer. Los trabajadores dispuestos por grupos, escarban la tierra para obtener el guano, luego lo cargan a otra zona donde este se cuela para eliminar plumas y otros despojos. El guano finalmente se convierte en polvo y es almacenado  para luego ser trasportado en barco hacia diversos puertos del país como Pisco y Salaverry.
Aquí como en el resto de islas de la costa norte, la mayoría de trabajadores proviene de la sierra de Departamento de Ancash, ellos se han hecho reconocidos por saber adecuarse a este sistema e vida que gira en torno al guano, y que incluye  dormir en rústicos campamentos instalados en medio de piedras y abono, en medio de la pegajosa humedad de la noche y el calor intolerable el mediodía.

Así es el ciclo actual de la extracción de guano: un triste reflejo de lo que alguna vez fue un producto de oro, que quito mucha hambre en el Siglo XIX.

UNA LIMA DE ANTANO QUE SOBREVIVE EN LA LITERATURA

UNA LIMA DE ANTANO QUE SOBREVIVE EN LA Literatura

Este 2009 que ya esta por culminar marco el cuarenta aniversario del lanzamiento de la obra que –a nuestro juicio- constituye la obra capital  de nuestro escritor arequipeño mas universal “ Conversaciones en la Catedral”, cuatro décadas después, ha dejado en el recuerdo una Lima que no existe  mas.
“El diario La Crónica” de la avenida Tacna, que sirve de marco de inicio de la novela, era un matutino que también tenia una edición de la tarde, “La tercera de la Crónica”, nombre asociado al inolvidable Pocho Rospigliosi y su columna de futbol. Hoy no circulan más. Como tampoco los diarios de Pedro Beltrán “Ultima Hora” y “La Prensa”, cuyas redacciones quedaban ubicadas en el Jirón de la Unión, frente al sobreviviente Cine Excelsior.

En la avenida La Colmena, el Hotel Crillón fue mas famoso por su “sky room” que por el numero de sus habitaciones. Hoy luce triste y cerrado  como mudo testigo de aquellos anos que ya no volverán.

A unas cuadras de la Plaza Dos de Mayo estaba el Luna Park, un coliseo donde se desarrollaban luchas de achacan. Hoy ha sido remozado y cada cierto tiempo  cambia de dueño y de uso. Fue escenario de las peleas de personajes inolvidables: Blue Demon, Huracán Sánchez, El Viquingo, El Leñador y, por supuesto, el inefable Max Aguirre. Cerca del antiguo coliseo cerrado del puente del ejercito a la salida de la plaza unión, estaba el Deposito Municipal de Perros, remplazado hoy por el Centro Antirrábico del lima y, claro, La Catedral, el bar donde se desarrolla la conversación entre Zavalita y Ambrosio.

En Miraflores se fueron también los inolvidables cines Colina y Montecarlo. El primero hasta hace algunos años fue una discoteca. El segundo sobrevivía como teatro. También en Miraflores estaban el Cream Rica – en Larco-, el reloj del Banco de Crédito y la Casa Nelson. Y los viejos y queridos expresos y colectivos que nos llevaban al centro.

La bebida Pasteurina y los cigarrillos Inca y Chesterfield, las antiguas libras (que no eran otra cosa que los billetes de diez soles antiguos), son referentes de los años sesenta. También lo son el Haití del centro , el bar Zela, el antiguo Hotel Mauri , el tranvía que mas de una vez “gorreamos”, los milkshakes y hotdogs, así como el Branza del la Plaza San Martín donde terminábamos con mis padres después de una tarde de domingo. Referentes son igualmente “el flaco” Suárez, legendario arquero del municipal, al que Valeriano tenia de hijo; Marlon Brando y las vermut del Cine Miraflores, los viejos tocadiscos y las radiolas, donde se escuchaba “Siboney”.

La penitenciaria, la prefectura “hoy llamada seguridad del estado” y el celebre (por sus famosos reclusos) frontón forman parte de estos recuerdos; de las crónicas policiales de “La Crónica”, “Ultima Hora” y “la Prensa”.

Zavalita y la Catedral se fueron y con ellos una Lima que ya no existe.

jueves, 25 de agosto de 2011

La ultima Panaca y la Nobleza Inca en Lima

De cómo un taxista cusqueño en Lima nos explica la Historia del Imperio de los Incas


Mi Lima, está igual que siempre, con su cielo panza de burro, y donde nunca llueve, y con sus miles de olores que hacen a Lima que sea diferente a las demás capitales del mundo. Estoy muy contento de haber llegado a mi Lima querida y reencontrarme, después de un ano; con mi familia y mis amigos, de esos amigos, del colegio y de la universidad, que ya van quedando pocos, y que a la primera sin que tu los llames, ellos se adelantan y se alegran de escuchar tu voz y de que estés en tu tierra, siquiera por unos días.

A la mañana siguiente muy temprano tomo un taxi y le digo al chofer que me lleve al Damero de Pizarro, en el centro de Lima, paso por delante de Palacio de Gobierno donde debe  de estar mi buen amigo, el presidente Alan Garcia, a quien ahora en estos momento se le debe de estar acumulando el trabajo por lo del espionaje de los chilenos y lo de la Universidad Alas Peruanas.

A mi chofer a quien al subir al taxi le he regateado para que me haga un descuento en el pago (porque así hay que hacer aquí en mi querido país), es un andino, cusqueño, grande y fuerte, enseguida me conversa y me pone al día de los últimos acontecimientos de nuestra patria, de esta patria que uno extraña y añora cuando se esta lejos. Me pregunta si soy extranjero le contesto que no, que soy bien peruano y de Lima, por el camino me cuenta algunas cosas que le han pasado en el taxi, así como la de aquel gringo que lo paro en el aeropuerto, y después de un rato de estar en silencio, lo empezó a mirar de arriba abajo, y al poco rato, el chofer ya molesto  y un poco mosqueado, le pregunto porque lo miraba tanto, el pasajero extranjero le dijo que le llamaba la atención su tez andina y su fortaleza. Mi interlocutor muy intrigado le volvió a  pregunto que es lo que venia a hacer al Perú, pero cual seria su sorpresa, que le dijo que el era profesor de quechua y que venia a seguir un curso de perfeccionamiento en esta lengua aborigen. Al instante, el chofer se pusieron  a hablar en quechua, al final de la conversación el profesor americano le dijo que lo felicitaba porque era uno de los pocos cuzquenos que hablaba bien la lengua del Imperio de los Incas, y que muchos de los paisanos tenían hasta vergüenza de hablar, este idioma. Las lenguas de la familia quechua se caracterizan con un orden variable de sujeto, objeto, verbo de raíces regulares.

Pero a lo largo del trayecto este culto caballero que me lleva en su taxi, hasta el Centro de Lima, me sigue sorprendiendo y me cuenta mas anécdotas de su estancia en su ciudad natal el Cuzco, así me narra que cierto día se encontró con unas turistas canadienses que venían en busca del Príncipe Inca, mi amigo taxista, se sorprendió de ese pregunta tan rara, porque en nuestro país ya no existen dinastías incas. Ellas les enseñaron fotos de aquellos fuertes y grandes andinos de las alturas de la zona de Pisac o Pisaq, ciudadela que esta ubicada a 33 kilómetros del Cuzco. Es un sitio arqueológico muy importante del Valle Sagrado de los Incas. Se encuentra al este de la cordillera del Vilcabamba. Como era costumbre en la arquitectura inca, las ciudades fueron construidas sobe a base de trazos figurativos  de animales. Pisac tenia la forma de una perdiz, como dice su nombre.

Ellas venían en busca de aquellos hombres andinos grandes fuertes, que pueden llevar en sus espaldas kilos y kilos de carga. Para ellas estos últimos andinos eran los  príncipes  y últimos incas del Imperio de los Incas, de ese Imperio formado por los Ayllus,. De acuerdo a la estructura de la sociedad Inca estaba asentada fundamentalmente en el Ayllu, si bien existía un nivel organizativo inferior, que era la familia. La familia  era endogámica, patrilineal y monogámica, aunque en función de la riqueza adquirida por algunos individuos esta  podía ser poliginica.

Mi interlocutor, no deja de hablar sobre el imperio de los Incas y narra que el pueblo inca, para ser propietario de la tierra, se organizo en clanes patrilineales endogámicos, ayllus, que en este sentido ran unidades de parentesco cuyos miembros  se consideraban  descendientes de un antepasado común. Este  nivel organizativo afectaba a toda la sociedad, de manera que el Inca también tena su grupo de parentesco, denominado panaca, que estaba formado por los descendientes varones del rey, salvo su heredero que habría de formar su propia panaca. Así pues era también un concepto que implicaba territorialidad.

El complicado sistema administrativo inca genero un amplio nivel de funcionarios, cuyos miembros pertenecían, en un principio, a la panaca real, pero que a medida  que se fue ampliando el imperio se complemento con la nobleza  local – los curacas- de los territorios conquistados. De esta manera, cada asentamiento tenia su propio dirigente que dependía de un curaca  encargado del gobierno de un territorio. Varios nobles locales dependían a su vez de otro de rango superior, y este de los funcionarios del Cuzco. Los incas dejaron intacta  la jerarquía local de los pueblos conquistados, aunque los hijos de sus gobernantes  fueron enviados al Cuzco donde, además de la fidelidad de su padre, sufrieron profundos cambios aculturativos.

Estos nobles reales –orejones- y locales administraron el imperio inca por medio de quipus y principios que se basan en la tripartición, el dualismo y la división decimal. El sistema se basa en una ideología compleja que dividía los espacios sagrados en torno al Cuzco, y por medio de ellos, de todo el imperio, quedando seccionado en cuatro grandes  territorios que tenían su contrapartida en las direcciones del universo: Chinchasuyo al norte, Collasuyo al sur, Antisuyo a este y Contisuyo al oeste. Estos cuatro  cuartos se organizan  a su vez en el Cuzco en dos mitades: Hurin Cuzco (Contisuyo y Collasuyo, el Bajo Cuzco (Chinchasuyo  y Antisuyo, el Alto Cuzco). Por ultimo cada barrio se divide en trs secciones, y cada sección en tres seques, cada uno con su propio nombre. La población  en su conjunto estuvo  organizada  por un sistema  decimal n grupos de 10, 500, 1000 etc, familias a cuyo cargo estaban de cada vez  mayor prestigio hasta llegar al curaca.

Entre el segmento dirigente  y el plebeyo encargado de mantener el sistema productivo, hubo multitud de oficios que, en función del prestigio, estratificaron la sociedad inca, si bien siempre pertenecían a este segundo segmento. De ellos también salían los colonos mimaquna, grupos de colonos que eran desplazados a otros a otros territorios, bien para incanizarlos, bien para mantener el sistema productivo mediante la prestación en grupos del trabajo en mita. En lo alto de la pirámide social incaica se emplazo el emperador, que se hizo descender de Inti, el Dios del Sol y tuvo un carácter divino. Sin menoscabo de casarse con la nobleza de otras regiones conquistadas. El Inca se caso con una hermana Colla, y tuvieron una herencia compartida; un rasgo que pueden haber heredado de las instituciones y organización Chimu.      

Hemos llegado al fin del trayecto y me despido orgulloso de que un cusqueño hijo del Imperio del Tahuaninsuyo me recordara por unos momentos nuestra Historia del Perú. 

EL “URBAYU” DE LIMA

Me doy cuenta ahora que el peor negocio del mundo consistiría en abrir en Lima una tienda de paraguas. Aquí nunca ha llovido. Acabo desde el principio del mundo. La garúa limeña es como el orbayu del norte de España, un rocío nocturno que cae obre los potentes autos como si se posara sobre un pétalo de rosa. En los programas de la Plaza de Toros de Acho se anuncian las corridas  sin que haya que poner  nunca “Si el tiempo lo permite”. Se puede en Lima invitar  para una fiesta de noche en el jardín, para el no 2015, con la seguridad  de que la lluvia no levantara los manteles.

Existen varias pruebas de que nunca ha llovido de veras sobre la costa peruana. Los muertos en cuclillas de las “huacas” aparecen secos, intactos, listos para acudir  incólumes, al Juicio Final. Si la palabra Tiahuanacu significa “La ciudad de los muertos sentados” la costa peruana podría ser la de los muertos en posición fetal, porque salen del mundo como entraron, como si el dintel de la muerte y de la vida les obligara a bajar la cabeza.

Otra prueba de la sequedad costera son las ruinas: el templo de Pachacamac, cuyo ídolo que olía a estiércol,  visito Hernando Pizarro, esta construido con adobes. Una hora de lluvia lo hubiera disuelto como un terrón de azúcar en una taza de café. Aquí el barro  cobra la jerarquía  de la piedra romana de los acueductos y anfiteatros.

También son elementos antidiluvianos las islas guaneras. Este guano  esta formado por las deyecciones de las aves marinas. Es como una ceniza fecunda en medio de las islas, color de hígado crudo. Los incas peruanos castigaron con la muerte a quienes mataran un ave del mar. Sobre estas islas  hay siempre un dosel, una blanca sombrilla movible, de ave: los guanayes, los piqueros y los alcatraces, que vuelan incansables sobre los “cardúmenes” de peces. Un día de lluvia arrastraría este oro biológico que vigorosa y levanta al maíz y dora las terrazas de cultivo de los pobladores de los huertos de los alrededores de nuestra Lima.

El día 21 de junio en que principia el invierno en el hemisferio Sur, algunos limeños llevan impermeables, pero sin necesidad. Y cuando la garúa  fabrica unas gotas algo más gruesas, los limeños se ponen  periódicos sobre la cabeza.

En los inviernos de Lima, el crepúsculo con sol es muy raro. Los inviernos son nublados y fúnebres y cuando repentinamente se abre el cielo, al atardecer, algo queda de la triste humedad en la luz del crepúsculo. El sol aparece inverso, sin fuerzas, se le puede contemplar de frente, y quizás por eso su resplandor llega tan profundamente a los seres anhelantes.

Las casas de Lima no se tocan ni rizan la cabellera  con la roja teja romana. El techo de tierra – la torta- cubre los edificios. Porque Lima no esta amenazada por el cielo, sino por la tierra. Sus tormentas yacen enterradas. Son los temblores. Su trueno entra por los cimientos,  no se ceba en los pararrayos.

Lima debería ser tropical. No lo es por la corriente fría del Humboldt que viene del Polo Sur. Ella hace fresca a la verde ola de  las playas de Chorrillos y de La Herradura.

Rodean a Lima montes, como el San Cristóbal, el Agustino, San Cosme y el Cerro del Pino, desolados, con todos los matices mas desvanecidos del violeta. Sobre ellos vuelan los enlutados “gallinazos” que son la baja policía de la ciudad. Pero Lima, como aquella misteriosa ciudad del Himalaya, donde no se envejece, posee un verano anclado, inmóvil, a unos 50 kilómetros, que se llama Chosica. Allí luce un sol perpetuo todo el día.

Todas sus maravillosas flores y sus frutos – desde los rosales de Santa Rosa a las naranjas sin pepa de Huando-nacen del regadío, de las venas azules, adolescentes, del río Rímac, que vitaliza con sus aguas  a la ciudad. Porque Rímac-en quechua “lugar donde se habla”- dulcificándose, se transforma en Lima.

Era asombrosa la fuerza de la España del siglo XVI, cuando llego a esta orilla, sobre estas pampas de arena, en las cuales se puede anunciar con brochazos de cal el vino “Ocucaje” de Ica (como sobre as rocas del Guadarrama el Toro de Osborne). España vuelca  un mundo de fantasías, milagros, tradiciones, escribanos que envían al diablo, la carroza del virrey regalada a la “Perricholi” quien la cedía al Santísimo Sacramento: escultores que atravesaban con una lanza al indio desnudo que le servia de modelo para el Cristo en la cruz, para robarle las expresiones angustiosas de la agonía: de fraudulentos obispos “si seño”, de duelos, brujas, penitentes corchetes, frailes, toreros, toda la mitología fabulosa que nutre las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma.

Lima es como una novena provincia andaluza, separada por el mar y por la tierra y que tiene enfrente las costas de China. “De aquí a Lima”, fue un refrán muy de moda en los siglos pasados, que la aviación ahora comienza a dejar obsoleto.

Lima posee torres afiladas, puntiagudas, como el diagrama de una fiebre. Se estremece de campanas, tiene su barrio de Abajo el Puente, que se puede comparar con el barrio de Triana de Triana, y una catedral airosa, con la momia rojiza de Pizarro en su capilla marinera, con carabelas  en bizantinos  mosaicos de oro.

Sus viejas casas son de tierra, pero en sus fachadas laten sus complicados balcones de macera, mitad confesionarios, mitad celosías morunas de harén.

Lima todavía se perfuma de Virreinato. Hay dos naciones en America  que aun exhalan ese aroma ceremonioso: Lima y Ciudad de México. Cuando los Reyes de Castilla eran andariegos, gitanos coronados, sobre una majada  de pastor n Ayllón, Tordesillas o Arevalo, colgaban sus tapices y encendían sus candelabros. Y cuando se iban quedaba en el aire un sutilísimo perfume que capto Lope de Vega: “El Rey se fue llevando a los amantes; /quedo al lugar un fino olor a Corte, / como de estancia en donde hubiera guantes.”

Ese olor a guante, a ámbar, todavía ha quedado en esta Lima que se va, ciudad para el piropo y el amor.

En Lima hay todavía monjas que hacen dulces teológicos, tamales y pasteles deliciosos. Y en el Convento ce San Francisco hay miles de calaveras, y en el Palacio Presidencial aun brinda higos, como hijos póstumos, a anciana higuera que planto Pizarro, apoyada ahora en sus bastones de hierro y cemento. Y los ómnibus van por todo Lima como los de Roma al Coliseo.

A las calles les llamamos jirones. Existe la calle de Espaderos y la de Polvos Azules. Y el barrio de Malambo – que es de negros- y donde se vende un pisco macerado con cebolla, con apio, con papas. En el Jirón de la Unión  esta inmovilizado el Perú profundo, para que lo vean los turistas. Se pueden ver ahora tiendas de pieles de vicuña y guanacos y llamas desecadas, abotargadas  de paja. Y gallos de pelea, de plata para los centros ce mesa. Y bandejas con el escudo peruano y discos con melancólicas canciones andinas, y hasta algunas cabecitas reducidas de los jíbaros.

En las plazas se alzan tres estatuas simbólicas: la de Manco Cápac, rodeada de jardines: la de General Don José de San Martín, sobre el bronce cansado de su caballo, coronando los Andes, frente al Antiguo Hotel Bolívar, inaugurado para celebrar el Centenario de la Batalla de Ayacucho, y la de Pizarro, que estaba un costado del Palacio de Gobierno, y hoya sido trasladada a un lado del Parque de la muralla, donde apenas se ve. Creo que es una mala ubicación para el Conquistador del Perú y fundador de las tres veces coronada ciudad de los Reyes.

Antiguamente en junio se podía ir a la pampa de Amancaes a recoger las flores de oro con verdes estrías, en la actualidad esa fiesta ha sido olvidada. En octubre asistiremos a la Procesión del Señor de los Milagros, Patrón de los inmigrantes peruanos en el Mundo, preso en su óleo llovió de pétalos, que quedo intacto en su iglesia de Las Nazarenas, derruida por un temblor, y que se bambolea entre la muchedumbre vestida de hábitos morados.

Lima, paraíso de mujeres, purgatorio de solteros, infierno de casados. La tradicional frase limeña caía a pelo en el Jirón Santa allá por el año 1570. En esa calle, a una cuadra de la Plaza de Armas y con vista al río Rímac, quedaba la curtiembre de don Gaspar de los Reyes. Este buen hombre había descubierto una secreta forma de teñir la piel de cabra en azul.

Por dicho portento tecnológico, tal como consta en sesión del Cabildo de Lima de 1573, se le confirió la exclusividad del teñido añil por tres años. Es en esos tres años es que se activa la malicia apócrifa. Dícese que su mujer, de buen andar y mejor grupa, tenía por costumbre discurrir entre los cueros en horas que la elegancia tildaría de inapropiada.

Los empleados de don Gaspar, expertos en amansar el más tenso cuero, difícilmente habrían podido resistirse a demostrar su profesionalismo ante un requerimiento de la esposa del jefe. Lo que explica que a ella se le viera abandonar la curtiembre con notorias huellas azules cubriéndole las más privadas regiones anatómicas. Gaspar de los Reyes ganó mucho dinero en esos tres años. Su mujer, experiencia.

Y el jirón Santa un nuevo nombre: Polvos Azules.

El pérfido nombre persistió a lo largo de siglos, hasta llegadas las postrimerías del XXI, los ochentas. Entonces, lo que había sido calenturienta curtiembre, malecón fluvial e irrepetible arquitectura colonial, habíase transformado en plana y concreta Playa de Estacionamiento Polvos azules. El Rímac seguía ahí, aunque más sucio y más seco.

En cambio, el caudal humano signado por el desempleo masivo había crecido hasta la inundación. Las calles del centro de Lima sufrían cada día una oleada cíclica de apropiación ilícita. Temprano en las mañanas, marcando con una tiza un cuadrado primoroso, gente que se ganaba la vida en la calle establecía imaginariamente lo que vendría a fungir, para todo efecto, de puesto de trabajo real.

Eran los llamados vendedores ambulantes que, paradójicamente, trabajaban inmóviles. Vendían desde cortauñas chinos a perros bastardos con las orejas untadas de Terokal para ocultar su falta de linaje. En 1981 el alcalde Orrego dictó el Decreto de Alcaldía 110.

En él, dentro del plan de recuperación del Centro de Lima, se derivaba a todo vendedor ambulante a pasar de las calles a la Playa de Estacionamiento Polvos Azules. La Municipalidad de Lima censó entonces a 3.200 vendedores ambulantes. Entre ellos estaba José Álamo Camones, de 16 años, vendiendo medias panty, cassettes y calzado para damas y caballeros de buen gusto y menesteroso presupuesto.

Una clientela popular encontraba ahí a su alcance lo que en otras tiendas era solo un lejano vitrinazo. De las tres bes, contaba con las últimas: bonito y barato. A veces solo con la última... Además, Polvos se empezó a convertir en un lugar donde por obra de una organizada casualidad, la víctima de un robo podía encontrar, aún tibio, el producto hurtado apenas horas antes. Como en cualquier civilizado país del tercer mundo, el agraviado volvía a comprar su propiedad casi con agradecimiento.

En 1983 la UNESCO declaró a Lima Patrimonio Histórico de la Humanidad. La buena noticia era mala para José Álamo y 3.199 ambulantes más. Ni un solo vendedor podía seguir en el centro histórico, ni siquiera en un estacionamiento. Cotejando copiosa caja fuerte bajo el colchón, la primera reacción de los pudientes comerciantes ajenos al pago de impuestos fue "compremos Polvos". "No está en venta", respondió la Municipalidad. "Techemos el río Rímac", fue otra propuesta. "Ni hablar", dijo el Municipio, con la guardia de asalto por delante.

Desesperadamente, los ambulantes se organizaron en búsqueda de un lugar donde mudarse, motivados además por un sospechoso incendio en el Campo Ferial. En 1997, tras 16 años de ocupación ilegal, casi 1.500 vendedores ambulantes que quedaban se mudaron a lo que consideraban la mejor opción.

Una Antigua fábrica textil que ahora era un abandonado edificio de Sider Perú, a la vera de la Vía Expresa, a pocas cuadras del hotel Sheraton y del Museo de Arte de Lima. Pagaron entre todos US$ 5 millones por 16.000 m2 propios. La compra luego saldría torcida y hasta la fecha arrastran litigios penales y civiles por malas jugadas de los vendedores. Pero fue un triunfo dejar el centro de Lima con un festivo pasacalle, llevándose consigo sus mercancías y el ganado nombre. Polvos azules se mudaba al distrito de La Victoria, el distrito con más swing de Lima.
..................
En el interior de las grandes casas – entre ellas, la maravillosa de Pedro de Osma- hay luces rosadas y centellantes vírgenes cuzqueñas, de rojos mantos tachonados de estrellas de oro, con fabulosos marcos de espejo. Son como iconos bizantinas, donde lo indígena ha puesto su mano temblorosa, dando a aquel ángel de alas doradas un rostro de huaco. Abundan cuadros en que se ven fundidas las dos culturas, casamiento de próceres españoles con fustas hermanas del Inca, cuyos hijos fueron luego santos  ensotanados o genealogías que empiezan con Manco Cápac y florecen con toda naturalidad, hasta llegara Fernando VII.

Sobre casullas que aterciopelan el piano, estatuitas de piedra de Huamanga, estribos de plata maciza. Y algunas veces, entre cristales, una rojiza tela de Paracas o unos huacos de la Cultura Nazca en hilera.

Nome del Olivar de San Isidro, que en un principio se llamo de los españoles  y sus olivos, que seguramente plantaron los Conquistadores, se retuerce centenario, como embarazado de retablos y de santos barrocos.

Y no podía faltar la gastronomía peruana, que tanto hace furor y es la primera del mundo en esta época; y las chifas para degustar la finísima y vieja cocina china del pato deshuesado y la gallina al vapor  

También crecen los rascacielos entre las campanas. Pero sus barrios residenciales modernos pacen  sentir remordimiento y colocan algún balcón para antiguas tapadas, a pesar de que las niñas de la casa muestran al descubierto los dos ojos radiantes, y hasta bailan la cumbia, con música estridente.

Lima es la Ciudad de los Reyes, porque fue fundada en la Epifania. Y sobre ella el pelado Cerro San Cristóbal, con la Cruz de Pizarro, iluminada de noche, se alza árido, como un trozo de Castilla la Vieja, puesto de pie.

 

LA PERUANIDAD ES MESTIZAJE, INCLUSION Y FRATERNIDAD

En ceremonia sin precedentes, efectuado en el Palacio de Gobierno, el Jefe del Estado, ha presidido un acto de trascendental importancia: la ceremonia del perdón histórico al pueblo afroperuano “por los abusos, exclusión y discriminación cometidos en su agravio desde a época colonial hasta la actualidad”

El Perú, país mestizo en todos sus aspectos, se ha formado con el aporte étnico y cultural de múltiples fuentes que, junto a nuestros pueblos ancestrales de las tres regiones, han dado como fruto la peruanidad, de la cual nos sentimos orgullosos. La contribución  africana se hace presente al mismo tiempo que a hispana, pero en condiciones de grave desventaja que pueden resumirse en una palabra lacerante para a dignidad humana: esclavitud.

Pese a limitaciones  que no pocas veces llegaron a la crueldad, la impronta africana  en nuestra patria ha sido y es muy importante, arraigada y entrañable. Desde el ámbito religioso –el Señor de los Milagros, pintado por un esclavo angoleño, nuestro mundialmente venerado San Martín de Porres- pasando por hombres y mujeres que han brillado n l arte –Pancho Fierro-, las letras –Ricardo Palma-, la ciencia –el protomédico José Manuel Valdés-, la milicia, el deporte, etc., lo africano esta íntimamente  ligado a nuestra vida cotidiana y cuando se escriba una intrahistoria, es decir la historia contada desde los pequeños detalles,  aparecerán los sabrosos anticuchos o la cadencia cimbreante  de un festejo.

En la prensa, desde antaño se lucho contra la esclavitud. Allí están para testimoniarlo sus paginas que cubren tres centurias. Los artículos sobre el particular son incontables, enérgicos y valientes, pues había que enfrentar a un adversario muy poderoso: l poder económico y político unidos en contra de la manumisión de la llamada esclavitura.

También hay que resaltar que algún medio de comunicación ha luchado   contra la esclavitud de los cenacas (aborígenes polinesios secuestrados y convertidos en esclavos), contra el tributo indígena, contra el maltrato de los trabajadores chinos, contra los castigos corporales, contra l reclutamiento forzoso de los campesinos del Ande, contra la discriminación de la mujer y, en fin, contra todo atropello  en desmedro de la dignidad del hombre, proclamando siempre a igualdad  de todos los que llegaron o nacieron en esta patria milenaria.

Por estos antecedentes aplaudimos  y apoyamos sin reservas  esta ceremonia tan justa y llena de valores. Estamos  siempre en primera línea haciendo votos y rompiendo lanzas n defensa de la equidad y justicia como valores fundamentales  para la construcción de una sociedad más justa y tolerante  con la  diversidad existente  en nuestro país. Obrando así somos leales  a nuestras convicciones  y a nuestra tradición histórica.

Franz Fanon, quien al lado de Aimee Cesaire y Leopold Sedar Senghor, fue uno de los grandes exponentes de la denominada ‘negritud”, una corriente mundial  para la autoafirmación  de la cultura africana en el mundo y de la dignidad de los pueblos africanos, escribió una famosa obra “los condenados de la tierra” con un extraordinario prologo de Jean Paul Sartre.

Parafraseando a este pensador se puede afirmar que el pueblo afroperuano no será nunca más  “condenado en su tierra” y es importante este perdón en nombre del Estado porque la persona vale por el hecho de serlo y no por situaciones extrínsecas, ajenas a su condición humana.  


martes, 23 de agosto de 2011

Francisco Hernández de Toledo

El médico, ornitólogo y botánico, Francisco Hernández de Toledo, había nacido en   La Puebla de Montalbán, en Toledo, en el año 1514 y falleció el 28 de enero de 1578 en Madrid.
Las hazañas científicas llaman menos la atención que las batallas o las grandes navegaciones, pero los frutos permanecen  durante siglos: los europeos aprendieron de America, cosas que aún perduran ¿qué le pasaría por la cabeza al primero que probara una patata, un tomate o un pedazo de peyote, (planta medicinal).
Para apreciar la enorme importancia del trabajo de Francisco Hernández de Toledo, hay que recordar unas cuantas cosas sobre la ciencia de entonces. La primera: a prtir de los siglo XV y XVI, las ciencias conocen  un fuerte desarrollo en toda Europa y España juega un papel importante. La segunda: las ciencias mejor desarrolladas fueron la naútica y la cartografía, como corresponde a las necesidades  de la época, y también las ramas  de la física relacionadas con la construcción  y el arte militar. La tercera, lo que hoy conocemos como ciencias naturales, la botánica o la zoología, eran las parientes pobres entre las ciencias ¿por qué? Ante todo por falta de clasificación. Pero aquí es donde nuestro personaje pondrá la primera piedra.
No hay ciencias sin clasificación: hay que conocer las cosas, ordenarlas, según su aspecto o sus propiedades, organizar géneros, especies y familias. Así lo hizo el romano Plinio el Viejo en su historia natural. Asi lo hará, a lo largo del siglo XVIII, el sueco Carlos Linneo, el primer gran naturalista moderno. Pero en la época de Francisco Hernández, en el siglo XVI, la botánica y la zoología carecían de clasificaciones científicas. Hernández llenará ese hueco y así creará el primer estudio científico moderno.
¿Quién era Francisco Hernández, tan importante para la Historia Universal de la ciencia? Era médico de cámara de Felipe II, nada menos. A los quince años ya era bachiller en Artes y Filosofía. Estudio medicina en Alcalá de Henares y emprendió una carrera rápida y brillante. Ejerció la medicina en el Hospital de la Santa Cruz de Toledo, y también en Sevilla.  Aquí se casó con Juana Díaz de Paniagua, que le dara dos hijos: uno Juan, quien seguirá los pasos de su padre; la otra, una hija, ingresaría en un convento.
Francisco, vive consagrado al estudio. Y en Sevilla descubre algo que le fascinara: la obra del médico Nicolás Monardes, que fue el primero en informar  sobre los productos naturales que venían de América y sus propiedades curativas. Esta es la gran novedad científica  del momento: los españoles están descubriendo los secretos de la medicina natural amerindia, sus plantas y formulas.
La cumbre en la carrera profesional de Hernández llega en 1560, cuando entra en el Monasterio de Guadalupe con los frailes jerónimos, haciendo disecciones  anatómicas, practicando la cirugía y organizando el jardín botánico. La escuela médica de Guadalupe era la antesala de la formación de los grandes médicos  del reino, lo que se llamaba protomedicato, aquí, en Guadalupe, alcanza, Francisco el grado de magister. En 1567 es nombrado médico de cámara del rey, entra en la Corte de Felipe II.
La vida tranquila de estudio de este hombre, entregado a sus libros y a sus escritos , experimenta un vuelco absoluto cuando Felipe II en persona le propone una aventura insólita: marchar a América y estudiar su naturaleza. Felipe II sabia de los grandes conocimientos de Hernández en todas las ciencias naturales. Asi que le encomienda viajar a la Nueva España, el virreinato más pujante de las Indias, un enorme territorio con centro en el actual México, que se extendía por el norte hasta California y la costa oeste norteamericana, por el sur hasta Panamá, y del que dependían también las Islas Filipinas. Un mundo inmenso, en fin. Y  allí el médico toledano  tendrá que retratar la tierra, los minerales, los animales, las plantas. Una aventura científica sin precedentes.
Sobre Felipe II hay que decir algo importante y es que, pese a la leyenda negra, era un hombre con auténtica pasión por el conocimiento y los libros. En 1576, al borde de cumplir los 50 años,  atesoraba ya 4.545 volúmenes y 2.000 manuscritos. A su muerte, en 1598, la colección del rey alcanzaba  los 14.000 volúmenes: la mayor biblioteca privada del mundo. Pero su ambición no era tener  una gran colección privada , sino instituir el Escorial un centro de investigación “para el aprovechamiento particular de los religiosos  que en esta casa hubieren de morar y para el beneficio público de todos los hombres de letras que quisieren venir a leer en ellos”, según el mismo rey escribió.
El rey donó a la biblioteca de El Escorial 4.000 volúmenes de su propiedad, y envió a eruditos  de su confianza a todas partes, en España y en Europa, para adquirir libros . Así nació la biblioteca Laurentina: un gigantesco proyecto de investigación  con el mejor fondo de códices griegos y la mejor colección europea de manuscritos árabes. Pues bien: es este apasionado del saber, Felipe II, el que en 1570 nombra a su médico de cabecera Francisco Hernández, Protomédico de todas las Indias y le encomienda recopilar, en un plazo de cinco años, toda la vida natural de los nuevos reinos. Felipe II quiere conocer que hay allí y como se puede utilizar. Y pone a disposición de Hernández, medios considerables: un asistente (su propio hijo) un técnico, un cosmógrafo y un amplio equipo de médicos, boticarios, herborizadores, dibujantes, amanuenses.
El trabajo de Hernández es el sueño de cualquier investigador. Viaja por todas partes: la altiplanicie central, el mar del sur, Oaxaca, Michoacán. Recoge muestras y material botánico, las estudia, las clasifica, siempre con especial interés por las plantas medicinales. Los cinco años prescritos se convertirán en ocho años de intenso trabajo de campo. Y su método, su manera de investigar, va a ser muy importante para la ciencia de los próximos siglos, porque es un ejemplo pionero de ciencia experimental.
El método de Hernández se basaba en un sistema de fichas normalizadas sobre cada especie vegetal o animal. Era un cuestionario de tipo descriptivo, por escrito, acompañado de dibujos. Con este sistema pudo recabar información por correo desde los lugares más remotos de la Nueva España. Y después, con toda la información en la mano, el equipo de Hernández, viaja, confronta los datos con la realidad, recoge materiales y los analiza. Así hubo en aquellos años, por todo el virreinato, una pequeña legión  de sabios buscando hierbas y piedras, estudiando animales, analizando plantas y frutos. El propio Hernández participo, entusiasta, en la tarea. Con frecuencia probaba el mismo las plantas, una vez estuvo al borde de la muerte por comer lo que no debía.
¿Cómo eran estas descripciones de Hernández? ¿Qué tipo de información  ofrecían? Tenemos un ejemplo interesante: el de una planta  mexicana muy eficaz contra la diarrea: “Apitzalpatli crenelado, o hierba partida en su borde que detiene el flujo del vientre. Su nombre Apitzalpatli, de Apitzalli, diarrea y pahtli, remedio. Remedio de la diarrea. Es el Apitzalpatli una hierba de cinco palmos de largo, de raíz ramificada, hojas como de menta, flor amarillo rojiza, semillas como de malva, sabor casi nulo y naturaleza fría y salivosa. Debido a esto, las semillas o las hojas machacadas y tomadas en dosis de una onza con vino de metl o algún otro liquido astringente, contienen el flujo del vientre u otro cualquiera, de donde le viene el nombre. Se dice que en la misma dosis fortalecen el estómago y curan. Nace en las colinas  de regiones cálidas, o bien en las cimas áridas o desprovistas de vegetación”.
El fruto del trabajo de Francisco Hernández fue espectacular. Veintidós volúmenes escritos en latín –para garantizar su universalidad- que se convirtieron en la enciclopedia natural más importante del mundo: describe 3000 especies vegetales, introduce plantas exóticas, como el cacao, el maíz, el tomate,  la papaya, el peyote, el chili, y también plantas que vienen  de Filipinas o el área del Indico, como la canela o el clavo, recoge más de cuatrocientos animales de la fauna mexicana y treintaicinco minerales utilizados en medicina. Por la amplitud y precisión de sus informaciones , y por lo avanzado de su método, Hernández se convertirá en la principal referencia de los naturalistas europeos hasta bien entrado el siglo XVIII.
La obre de Hernández se quemó en 1671, cuando un incendio asolo durante cinco días  el Monasterio del Escorial, todos sus originales fueron  pasto de las llamas. Por fortuna, Felipe II había tenido la prudencia de encargar a otro de sus médicos de cámara, el italiano Nardo Antonio Recci, que resumiera la obra de Hernández para su publicación. A Felipe II se le ha reprochado que encargará ese trabajo a otro que no fuera el propio Hernández, y a Recci también se le ha criticado mucho por su forma de resumir la obra, pero el hecho es que gracias a eso pudo sobrevivir la portentosa investigación del médico toledano. En 1615 se publicó en México la primera edición de Hernández: “Quatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas”. Después aparecerá en Roma. La obra fue reeditada varias veces. Aún en la actualidad  siguen apareciendo documentos originales de este gran naturalista.
La aventura científica de Francisco Hernández no fue un caso aislado. Fue si la única expedición  que gozó de la iniciativa personal del rey, y su trabajo fue también el más perfecto, pero otros estudiosos españoles, en esos mismos años, van a retratar la naturaleza del nuevo mundo con grandes aportaciones para la ciencia del momento. Cristóbal de Acosta, médico burgalés, que viajó por África y Asia, publico en  1578 su “Tratado de las drogas y medicinas de las Indias orientales y de la América”. El jesuita José de Acosta, cura sapientísimo de Medina del Campo, que entre 1571 y 1587  recorrió México y Perú estudiando gentes y plantas, animales y tierras, contó todo eso en su “Historia natural y moral de las Indias”. Benito Arias Montano, acumulo las mejores investigaciones de su tiempo en una “Historia Natural” que circulará intensamente por Europa. El jesuita jienense Bernabé Cobo, recorrió durante más de treinta años, México, las Antillas y Perú y ben 1653 publicó su “Historia del Nuevo Mundo”. La ciencia española del siglo XVI estaba a la cabeza de Europa.
Tiempo después Hernández volvió a España, permaneció en Madrid, siempre estudiando. Había comenzado la traducción de su obra al nahustl, la lengua de los mexicas y los aztecas, y murió en 1587, no sabemos en qué condiciones. Como escribe un ilustre médico mexicano : “Tan injustos han sido sus compatriotas con ese eminente varón, que aún se ignora el lugar de su sepultura”. A Francisco Hernández de Toledo le corresponde un lugar eminente en la historia Universal de las ciencias. Y desde luego en la historia de la gesta americana.