sábado, 28 de marzo de 2015

PUNTA SAN JUAN, EN MARCONA, PARAISO DE PINGUINOS

En Nazca llueve, algo bastante inusual (salvo en este verano loco). Las nubes grises inundan y persiguen todo el desierto y por breves y perfumados valles hasta tomar el desvió a Mancora. Esta ciudad era una apacible caleta de pescadores cuando en 1870, el sabio Antonio Raimondi dio a conocer  un gran depósito de hierro en sus pampas. Por eso es llamada ‘la capital  del hierro”, aunque también es conocida como cuna del pingüino de Humbolds, ya nos enteraremos por qué.
Uno se puede bañar en Playa Hermosa, frente a las casas más hermosas de Marcona. Después uno se puede internar y pasear por las calles hasta toparnos con el muro que encierra a Punta San Juan. Al interior se abre un prodigioso universo natural de apenas 54 hectáreas se despliegan acantilados, cuevas y una veintena de playas que sirven de refugio a inmensas colonias de lobos marinos, pingüinos, nutrias, guanayes, piqueros, zarcillos, pelicanos y gaviotas.
Uno e puede asomar por un barranco para apreciar la fauna del lugar marino costero más productivo del mundo. Más allá de los islotes repletos de lobos, raudos delfines se divierten  corriendo olas. Incluso, a simple vista, pueden verse ballenas jorobadas, cachalotes y hasta orcas. Pero, sin duda, las estrellas son los pingüinos. Cinco mil de ellos  habitan en Punta San Juan , la mitad del total nacional. La resta National Geographic y la BBC han acdido a esta reserva  para retratar a los “pingüinos del desierto”’, ave normalmente asociada a los lejanos  hielos australes.


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